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El Rincón

Lo absurdo de la vida contemporánea

 

DAVID FOSTER WALLACE

HABLEMOS DE LANGOSTAS

Mondadori

423 páginas

21 €

 

Dos años ha tardado la editorial Mondadori a publicar en España Hablemos de langostas, la nueva colección de ensayos, artículos y reportajes de David Foster Wallace (Ithaca, Nueva York, 1962). Una espera angustiosa para los -cada vez más- adictos a su obra que ha ido ganándose en nuestro país. Y es que a un personaje de la talla de Wallace -unos de los escritores más vanguardistas de la narrativa actual y presunto heredero de Thomas Pynchon, recordad su inmensa La broma infinita- debería tomársele más en serio por estos lares.

 

Con la misma fórmula de literatura + realidad, que tan buen resultado le dio en Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer, DFW lo ha vuelto a conseguir. Su nueva obra contiene todos los ingredientes necesarios que  gustan a su público: un estilo personalísimo con obsesión por el detalle más nimio, una visión de lo más ácida del mundo y un sentido del humor que no deja títere con cabeza.

 

En ASDQNVAH, Wallace se embarcaba en un crucero de lujo para escribir un reportaje sobre los nuevos medios de ocio programado. El resultado le producía una felicidad tan insulsa que acababa atacando las nuevas formas de divertirse de las masas contemporáneas. En otro ensayo viajaba a la Feria Estatal de Illinois, donde dejaba al descubierto la glotonería y decadencia de la América más  profunda.

 

 

Hablemos de langostas no se queda atrás y sus artículos vuelven a ser disparatados a más no poder. A su vez, van diseminados por las revistas americanas más influyentes: Premiere, Rolling Stone, Harper's, Gourmet... La multivariedad está asegurada.

 

Porque si hay algo que le distingue de los demás autores, es el conocimiento a fondo de la temática más inverosímil para demostrarnos lo absurdo de la vida contemporánea. Wallace puede hacer prácticamente cualquier cosa que se proponga; se puede poner triste, gracioso, rompedor, todo ello con la misma facilidad; puede incluso hacerlo a la vez.

 

El delirio comienza con Hablemos de langostas, pieza que comparte título con la obra. La revista Gourmet encarga a DFW un reportaje sobre una feria especializada en langostas. Lo que prometía ser un viaje de placer, se convierte en un debate cuando realiza un planteamiento ético de lo que sufren estos "insectos gigantes de mar", que son cocidos vivos para nuestro deleite palatal.

 

La revista señera para adultos, AVN, también utiliza los servicios de nuestro autor para Gran hijo rojo. Nos sumergimos en el mundo del porno con una convención que se celebra todos los años en los Estados Unidos. DFW vive un lisérgico fin de semana en el que conoce a directores ególatras de cine X; nos descubre un teléfono de la esperanza exclusivo para actrices porno depresivas; asiste a ceremonias que oscilan entre el glamour y la horteridad más absoluta; y sufre encuentros con actores de la industria en los lavabos de un casino de Las Vegas. Su perspectiva siempre es innovadora, y sus observaciones, finas, inteligentes y llenas de humor.

 

En Arriba, Simba, la pieza más interesante para mi gusto, acompañamos durante una semana electoral al senador John McCain, candidato republicano a la presidencia americana y rival de Bush en las preliminares de 2000. Descubrimos los entresijos de una campaña, el candor y el cinismo de los jóvenes votantes, la rivalidad y atropellos de los periodistas. Al final, tanto show mediático acaba confundiendo al autor, al que le cuesta distinguir entre el montaje y la cara humana de John McCain.

 

La vista desde la casa de la señora Thompson ofrece otra perspectiva de los atentados del 11-S; cuenta de manera emotiva cómo siguió Wallace aquel día fatídico, las reacciones que se sucedieron a pie de calle. Y no escatima en lanzar dardos contra la espectacularización que ofrecieron los informativos norteamericanos aquel día, recreándose en el choque de los aviones como si de una película hollywodiense se tratara.

 

Wallace nos descubre en Ciertamente el final de alguna cosa, o por lo menos eso es lo que a uno le da por pensar su faceta de gran reseñista, no como innovador, sino por el gran sentido común que utiliza. Realiza una diatriba feroz que baja los humos a los pesos pesados más ególatras de la literatura americana reciente: John Updike, Philiph Roth y Norman Mailer, a quienes califica como los Grandes Narcisistas Masculinos. De hecho, John Updike le resulta un gilipollas y se lo dice a las claras.

 

La autoridad y el uso del inglés americano es una burla sobre la justificación autoritaria de cómo se deben utilizar las palabras; con Algunos comentarios sobre lo gracioso que es Kafka, de los cuales probablemente no he quitado bastante nos muestra al escritor checo, un personaje con un humor alejado de lo convencional. Wallace da una vuelta de tuerca a todo academicismo escrito sobre el autor de La metamorfosis.

 

Si algo se le puede achacar a DFW, es su miedo a la contención, su gusto por  las digresiones -el artículo sobre el uso del inglés americano se hace interminable con sus casi cien páginas, en las que mezcla política, ética y lingüística-, y sus desvaríos laberínticos. Aunque, hay que reconocérselo, las notas de humor esparcidas por el libro son tan brillantes que salvan la papeleta. Su vanguardismo formal no es siempre efectivo; a veces, incluso, resulta confuso, como en las notas, recuadros y direcciones de lectura en Presentador, pieza que recomiendo leer habiendo ingerido antes biodramina, por el mareo que puede llegar  a provocar.

 

Pese a todo, DFW sale victorioso con Hablemos de langostas y se reconcilia con sus lectores, al menos con los que siguen su no ficción. Los que siguen sus novelas tendrán que esperar a una nueva obra, o se darán con un canto en los dientes si a Mondadori le da por cumplir la promesa que hizo: traducir al castellano The Broom of the System (1987), su primera novela, para que podamos volver a recrearnos con su ingenio infinito.

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